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jueves, 28 de marzo de 2013

Historia de la educación pública: "súbditos para los totalitarismos"


 En 1806 las tropas napoleónicas humillaron al ejército prusiano en la batalla de Jena. Fue el comienzo de la educación pública. El filósofo prusiano Johann Fichte, en su famoso Discurso a la nación alemana, aseguró que la catástrofe era completa responsabilidad de la independencia de los alemanes: era necesario un pueblo sumiso y dominado por las consignas gubernamentales. 
Así, sugirió que el Estado “debía moldear a cada persona, y moldearla de tal manera que simplemente no pueda querer otra cosa distinta a la que el Estado desee que quiera”.

O, por aludir a otro filósofo defensor de la educación pública, Franz de Hovre, ésta debía ser "educación del Estado, educación por el Estado y educación para el Estado". Frase que demuestra la raíz fascista del modelo de educación pública, pues resulta casi idéntica a la que poco después pronunciaría Benito Mussolini: "Todo por el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado".

El Estado debía adoctrinar al pueblo llano para disciplinarlo y convertirlo en un instrumento al servicio de las aspiraciones de los políticos. De esta manera, tres años después de la batalla de Jena se instauró el sistema educativo alemán, cuyo objetivo declarado era la creación de cinco grupos sociales: a) soldados obedientes para el ejército, b) trabajadores obedientes para las minas, c) buenos súbditos para el Gobierno, d) empleados serviles para la industria y e) ciudadanos que pensaran de la misma manera en la mayoría de las materias.

Este aborregamiento de la sociedad alemana era practicado en laVolkshochschule o Escuela del Pueblo, a la que acudía el 95% de la población. Se demoró la edad de alfabetización hasta los siete años, y se sustituyó el aprendizaje de las grafías por el de los fonemas. Con este método, los niños aprendían tarde y mal a leer, ya que eran incapaces de relacionar los sonidos con lo que estaba escrito.

 Frente a esta "Escuela del Pueblo", el sistema prusiano creó otro tipo de centros donde se ofrecía una educación tradicional de mayor calidad; y los llamó, con una sinceridad pasmosa, Realschule, es decir, la "Escuela Auténtica". A estos colegios acudía poco más del 5% del alumnado, y su cometido era educar a los líderes del futuro. La Escuela del Pueblo creaba las masas colectivistas, y la Escuela Auténtica los generales que las comandarían.

No es casual que todo este entramado intervencionista y estatalista fuera fruto de una guerra. En realidad, el Estado no es más que una guerra continua contra la sociedad. 

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